El Espejo y el Klezmer
Primer encuentro con el espejo, que se deshace entre mis dedos, al fin y al cabo, hecho de arena. Tercer o cuarto blog que comienzo y que por una vez, espero no termine en despojo olvidado. Y no será así, porque este blog viene acompañado de buen klezmer, protegido por la brotherhood of brass y aderezado por la trompeta de Frank London. Y en tan buena compañía este blog no puede quedarse en el intento.
Soy la chica del espejo. Vivo en un país gris, donde la felicidad es un estado raramente alcanzable y donde la gente encuentra reemplazos extraños para ella. Soy extranjera. Nací muy lejos de aquí, en una isla donde la música no termina nunca y la gente grita para acallar el sonido de esa música.
Me faltan muchas cosas y precisamente por saber que es lo que tengo, soy feliz. ¿Qué aburrido, no? El blog de una persona feliz me inspiraría desconfianza. Las historias atormentadas son las que tienen algo que decir.
Una semana atrás, Frank London fue un instante de esa felicidad. En realidad no iba por oírlo a él. La atracción era Matt Darriau y los demás, efectos colaterales. Pero me faltaba por descubrir que un tipo como London no es nunca un efecto colateral ni lo pretende.
Oírlo ha sido una de las mejores cosas de este año. Y ni los paseos de Darriau (que algo extravió detrás del escenario)y sus solos detrás de la cortina, ni el magnífico piano de Coleman, me podían hacer olvidar que de la trompeta de ese hombre feo, con aspecto de vagabundo borrachín, salían unos sonidos que eran la sal de la tierra. ¡Bendito London!
¿Me creerán que ni siquiera lo invitamos a una cerveza? Venían sedientos, porque trasegaron medio pub. Con estos fans, pobres músicos...
Soy la chica del espejo. Vivo en un país gris, donde la felicidad es un estado raramente alcanzable y donde la gente encuentra reemplazos extraños para ella. Soy extranjera. Nací muy lejos de aquí, en una isla donde la música no termina nunca y la gente grita para acallar el sonido de esa música.
Me faltan muchas cosas y precisamente por saber que es lo que tengo, soy feliz. ¿Qué aburrido, no? El blog de una persona feliz me inspiraría desconfianza. Las historias atormentadas son las que tienen algo que decir.
Una semana atrás, Frank London fue un instante de esa felicidad. En realidad no iba por oírlo a él. La atracción era Matt Darriau y los demás, efectos colaterales. Pero me faltaba por descubrir que un tipo como London no es nunca un efecto colateral ni lo pretende.
Oírlo ha sido una de las mejores cosas de este año. Y ni los paseos de Darriau (que algo extravió detrás del escenario)y sus solos detrás de la cortina, ni el magnífico piano de Coleman, me podían hacer olvidar que de la trompeta de ese hombre feo, con aspecto de vagabundo borrachín, salían unos sonidos que eran la sal de la tierra. ¡Bendito London!
¿Me creerán que ni siquiera lo invitamos a una cerveza? Venían sedientos, porque trasegaron medio pub. Con estos fans, pobres músicos...
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